Este último fin de semana, decidimos aventurarnos a un pequeño viaje en familia junto a Manuel de 4 meses, para tratar de alejarnos de la rutina que suponen nuestros trabajos y la vida con un recién nacido en casa. A pesar de que muchos conocidos sostienen que viajar con un bebé es prácticamente imposible, lo hicimos de todas maneras y en esta entrega les contaré cuales fueron las dificultades que encontramos y cómo es posible solucionarlas.
Realizamos el viaje en automóvil y visitamos una ciudad a tan sólo 180 millas de casa. Por lo tanto, pensamos que nuestra pequeña travesía no revestiría de ninguna dificultad. Era un viaje corto a una ciudad cercana. ¿Qué complicaciones podría presentar?
De todas maneras, viajar con un bebé supone una organización mucho más minuciosa, que no anticipamos, ya que las necesidades del pequeño no son negociables, ni postergables, como resultan las de los adultos.
La primera de ellas, fue la cantidad de objetos que Manuel necesita para un viaje tan corto. Este tema del cual ya hablamos en entregas anteriores, nos obligó a contar con un vehículo lo suficientemente grande como para transportar todos sus objetos. Pero con mucha paciencia, una vez organizados los múltiples petates del niño y los humildes bolsitos de los padres, comenzamos la travesía.
Como todos sabemos, los bebés deben viajar obligatoriamente en sus asientos de seguridad, anclados a la estructura del automóvil y con sus pequeños cinturones de seguridad abrochados para evitar cualquier accidene de auto. Éste es un punto innegociable, porque ante cualquier accidente las consecuencias pueden ser catastróficas. Fue aquí donde encontramos el segundo imprevisto, ya que Manuel sigue alimentándose exclusivamente del pecho de la madre, cada 3 horas, lo cual nos obligó a detenernos en el camino. En definitiva, tardamos mucho más de lo que creíamos en llegar a destino.
Todo esto, lo vivimos con total naturalidad y hasta el momento nada estuvo fuera de control. Pero al llegar, nos encontramos con un clima bastante hostil, con mucho viento y 18 grados F° menos de lo que esperábamos. Para colmo, nosotros sin el cobertor para el cochecito y sin abrigo suficiente. Si bien los adultos nos podemos acomodar, pasar frio y hasta mojarnos con tal de seguir paseando, con un bebé esto no es posible. La alternativa fue realizar muchos paseos exclusivamente en el auto, visitar lugares cerrados y resignar caminatas en barrios y parques.
Otro tema, el cual sospechamos pero no anticipamos, fue la necesidad de contar con un lugar privado en donde relajarse con el bebé cada tres o cuatro horas. En nuestros viajes previos con Caro, solíamos tener larguísimas jornadas de paseo que comenzaban después del desayuno y se extendían hasta la noche. Con un bebé tan pequeño, estos raides turísticos son imposibles, ya que para no incomodarlo es necesario poder acceder con facilidad a un lugar privado y tranquilo para alimentarlo, cambiarlo o simplemente compartir un rato de intimidad con él, si lo necesita.
Por último, un tema difícil de medir es la delgada línea que separa los establecimientos gastronómicos apropiados para ir con un bebé con lo que no lo son. Los padres jóvenes tenemos el problema de estar en la encrucijada entre los restaurantes familiares (que suelen no gustarnos) y los bares más “juveniles” (que son de nuestro gusto y a los que concurren nuestros amigos y conocidos). A Caro y a mí nos parece una exageración pensar que es imposible ir con un bebé a bares y restaurantes pensados para adultos jóvenes. La solución que encontramos fue visitar estos sitios en horarios en los cuales hay poca gente. Si bien no es ideal cenar o almorzar muy temprano, en estos horarios la música suele estar a un volumen lógico, hay lugar para circular entre las mesas y siempre nos recibieron con una excelente predisposición para que estemos cómodos con el pequeño.
Este viaje fue una suerte de prueba en la cual aprendimos que con buena predisposición, una buena organización y paciencia, viajar con un bebé tan pequeño no sólo es posible sino que es divertido y muy agradable.
Si te gusta viajar, tener un bebé no es una imposibilidad, es simplemente una nueva experiencia.
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