Y ahí se quedaron en el calendario. Todas las cosas sin hacer. Porque el mundo se detuvo. Sin fecha de entrega. Una vida aislada. Séptica. Con olor a desinfectante.
El tiempo cambió su fluidez. Y con él, las percepciones de la realidad. Nunca fue más fácil que ahora imaginar universos paralelos. Me veo a mi misma yendo a las olimpiadas de lectura de mi hija. Llevando a Gaspar y Sarah a sus clases de artes marciales. A trabajar al negocio y tomando un cafecito en algún lugar lindo con mi marido.
Y luego regreso. Estamos bien. No me voy a quejar. El sol es más tibio. La brisa, purificadora. Todo lo básico tiene otro valor.
Y siento como crece en mí una sensación temerosa a que vuelva la normalidad. Encerrada estoy a salvo. Los chicos están conmigo. Que jamás los voy a dañar. No más comida chatarra en la calle, sólo lo que se prepara en casa. No más presiones y ansiedad por todo lo que hay que hacer. Se bajaron varios cambios, vamos más despacio. Total incertidumbre acerca del futuro, por lo que no queda otra opción que vivir el presente.
Tengo tiempo para compartir con mis hijos, con mi marido. Hay tiempo para crear, para leer, para descansar.
Hay menos autos en la calle. Hay menos ruido en el cielo. Y sólo hay ahora.
No todo está roto. No todo esta perdido.
Me encanto. Pienso igual .Ahora hago cosas que antes no hacia.
Valoro otras cosas.
Comemos comida mas sana, no gastamos en tonterias, disfrutamos los momentos.
Hago cosas que nunca hice porque “no tenia tiempo”
Cuanta verdad.
Siempre hay algo para agradecer si uno quiere.
Un abrazo,