En nuestro diario vivir nos encontramos con situaciones en las cuales nos cuesta decir que no. Por ejemplo…
¿Digo que no cuando me estoy cuidando en la alimentación y alguien me ofrece algo delicioso?
Cuando estamos agotadas y no nos vamos a dormir para seguir trabajando, ¿sabemos decir no a la exigencia interna de seguir más y más?…
¿Sabemos decir que no a la negatividad y al pesimismo cuando el día está terrible y las situaciones se nos van de las manos?
Y en cuanto a las relaciones con los demás, muchas veces ellos nos ven como aquellas personas que hacen todo y siempre están disponibles para ayudar, ya que las hacemos las cosas con amor yde una manera eficiente. Y eso está muy bien, pero a veces hay que saber poner límites. Por ejemplo, en el hogar:
¿Sé decir que no cuando nuestra pareja nos pide algo que no queremos hacer? Y cuando surgen los conflictos, ¿puedo resolverlos diciendo no a la agresividad y confrontación?
Cuando los niños nos piden algo que es un capricho, ¿sabemos ponerles límites y decir no sin sentir culpa? Cuando quieren jugar con algo que no es juguete ¿podemos negárselo sin sentirnos mal?
Cuando nos llama nuestra madre para conversar y estamos ocupadas, ¿podemos decir: “hablamos luego” o no podemos evitar la conversación y nos quedamos sin hacer cosas importantes?
¿Sabemos decir que no y diferenciar cuándo ayudar a los hijos y cuándo dejarlos que exploren solos?
Y cuando surge una oferta de trabajo en la que ganarías mucho dinero pero sabes que el trabajo no te gusta y que con el que tienes te es suficiente para estar tranquilo económicamente ¿qué haces?, ¿te escuchas a ti misma?
Parte del equilibrio consiste en comprender que no podemos ser las que están siempre dispuestas sin importar las consecuencias. Debemos tener en claro nuestros deseos, intereses, forma de pensar, necesidades y ocupaciones. A veces es muy saludable enojarse sin rabia, es decir, poner distancia sin discutir sino poniendo los límites necesarios acordes a cada momento. En otras ocasiones, decir: ” Lo siento, pero no puede en este momento”, suaviza de alguna manera la negativa.
Por otra parte, en cuanto a nuestra familia, poner límites es primordial para vivir en armonía y con salud. Ser la persona que está siempre dispuesta nos coloca en una mala posición ante la vida, siempre y cuando en esa ayuda a los demás perdamos autonomía, independencia, seguridad y tiempo; perdamos el rumbo de nuestros objetivos y prioridades. Ser respetuosas con nosotras mismas nos llevará a vivir con el mismo respeto hacia los demás y a saber cuándo y cómo ayudar.
Sino, nos va a suceder que, si nos cuesta tanto decir que no, terminemos reprimiendo emociones y luego estallar; diciendo “no” pero de una manera agresiva.
Por eso, se trata de descubrir que poner límites no es malo. Tiene que ver con tener claro quiénes somos y que queremos de nuestra vida. Decir que no, no nos convierte en malas personas sino que nos hace más maduras y ese será una enseñanza que, si nuestros hijos la pueden capitalizar, les ayudará mucho en su futuro. Porque, poner límites es una forma de demostrar amor, ¿o no?
Y a ti, decir no, ¿te cuesta? Cuéntanos tus experiencias o anécdotas y en qué situaciones se te ha dificultado más.
Imagen: http://www.morguefile.com/archive/#/?q=mother%20and%20child&sort=pop&photo_lib=morgueFile
Deja una respuesta