Durante la gestación del primer hijo, los sueños, ilusiones y expectativas que genera la llegada del bebé, se reproducen y multiplican de manera prolifera. La alegría es tan grande en este periodo que los primerizos no dimensionamos el cambio brusco que significa la llegada del bebé en la rutina de descanso diaria, a pesar de las repetidas advertencias de los amigos y familiares. Por este motivo, a continuación, comentaremos cómo manejar esta situación, para que este sueño tan esperado, no se convierta en una pesadilla.
El descanso es fundamental para el funcionamiento saludable de la biología de todo ser humano. De hecho, si no conseguimos dormir bien nuestro cuerpo comienza a manifestarse con malestares físicos y psíquicos muy difíciles de ignorar. La llegada de un bebé supone un cambio rotundo en la rutina de descanso, porque no sólo necesitará comer cada 3 horas en un principio, sino que impone una serie de necesidades de las cuales nos tenemos que hacer cargo continuamente, afectando principalmente las horas de descanso.
A esta realidad inevitable, se le suman las complicaciones de que, en la gran mayoría de los casos, los pequeños sufren de cólicos intestinales y reflujo gástrico. Esto es muy habitual durante los primeros 3 meses de vida, ya que el sistema digestivo del bebé tarda un poco en acomodarse a la alimentación vía oral, generando malestares en el pequeño. Las molestias dificultan su descanso, prolongan los periodos de vigilia y durante el sueño, lo mantienen en un estado de reposo muy frágil, que se rompe ante el mínimo ruido o movimiento.
Esta combinación de factores provoca que, después de unas pocas semanas, los padres se encuentren durmiendo algunas escasas horas diarias. Es ése el momento en el que el hermoso sueño de disfrutar del bebé puede convertirse en una pesadilla, ya que la fatiga irrita hasta al más calmo de los padres.
Para prevenir estos colapsos es importante estar mentalizado de antemano con respecto a esta realidad inevitable, no subestimar los consejos y experiencias de los amigos y familiares y organizar la noche para lograr descansar en turnos. Cuando papá duerme, mamá se ocupa del bebé y cuando mamá duerme, es el turno del hombre de cuidar al recién nacido.
Una noche de descanso saludable supone 8 horas de sueño, lo cual es una utopía durante este periodo. Lo más aconsejable es dividir la noche en dos turnos de 4 horas, en el primer turno uno de los padres se ocupa de las necesidades del bebé, permitiendo el descanso del otro, para luego cambiar la guardia. El beneficio de este tipo de organización es que al descanso prolongado de 4 horas continuas, se le suman las pequeñas siestas que se logran entre cada alimentación del bebé, lo cual termina de conjugar una noche de sueño decente.
Aunque parezca difícil de realizar, este tipo de organización es muy efectiva y evita que ambos padres se despierten y levanten muchísimas veces a lo largo de la noche, conducta que genera cansancio acumulando con el correr de los días.
A pesar del juego de palabras empleados en este artículo, en realidad, el amor y la felicidad que significa el bebé, disimulan lo extenuante que resulta la falta de sueño. De todas maneras, para mejorar la vida cotidiana y no llegar rendidos al fin de semana, les recomiendo que escuchen los consejos de aquellos padres más experimentados y si se animan, que prueben con la organización en turnos que les propongo.
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